domingo, 10 de noviembre de 2013

LA ALEGRIA






Cuando nos propongamos la alegría como un fin y salgamos a buscarla en diversas góndolas y escaparates, terminaremos casi siempre por encontrar dos de sus más pobres remedos.

                El placer y la diversión

El placer se agota una vez conseguido y pide ser renovado de inmediato. 








La diversión es una pompa de jabón: su estallido dura un segundo y luego no hay más. 

     




Ambos tienen algo en común: no requieren esfuerzo, ni paciencia, ni un proceso. 

                                         Son instantáneos. 
                                  Se puede pagar por obtenerlos....

Y, convertidos en móvil focal de nuestros actos, son un objetivo neurótico. 





La alegría, en cambio, sobreviene a lo vivido, a lo experimentado, incluso a lo padecido. 
No nos atrae como un anzuelo: es un perfume que emana de nuestro vivir. 

 MÓNICA

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